La sociedad moderna, luego, de los estudios pertinentes, y la unión de la mayoría de los científicos en el tema, han concluido que las mujeres tienen una edad, para concebir, sin riesgo para ella, ni para el feto. Aunque, se trata de establecer dicha similitud con el varón, lo cierto, es que no hay una postura uniforme. ¿Por qué?
El espermatozoide, que son millones, en los sacos seminales que poseen los hombres, compiten con el único ovulo que en cada ciclo, producen los ovarios de las mujeres. En general, lo que importa es la calidad y no la cantidad, pues al final, solo un esperma debe ingresar al ovulo para fecundar, a pesar que tenemos las incidencias de mellizos, trillizos, etc., lo cual son la excepción y no la regla, sin considerar el tema de la intervención genética para los padres que buscan engendrar, lo cual es un asunto aparte.
Si, entonces, la cuestión es calidad, deberíamos llegar a una conclusión. La edad es tan importante como la salud, de los seres que copulan con la idea de lograr una descendencia. En esto, es claro que la mujer lleva una desventaja, porque la naturaleza, le ha establecido una edad límite para producir óvulos, a contrario del varón que aún después de la tercera edad, continúan sus espermas pululando en sus genitales.
Lo interesante, no es tampoco la calidad de ambos elementos, porque es más que comprensible, que tanto el Padre como la Madre, desean que finalmente el bebé nazca sin complicaciones ni problema alguno. Ahora bien, si no es eso lo relevante del tema, entonces ¿Qué lo es?
Los genetistas, y científicos en la materia, se han limitado a establecer que tanto la mujer como el varón, transmiten al nuevo miembro, la información, no solo física de cada uno de ellos, sino también la generacional, que se han mantenido con el recorrer del tiempo. ¿Se ha demostrado esto? Realmente no. Todo se reduce, a que si pertenecemos a un grupo étnico, o cultural, por ejemplo, el feto, compartirá esos rasgos. Pero vamos más allá de la física, al terreno de la metafísica.
La pareja, lo que en realidad, comparte con sus retoños, son su energía negativa y positiva. Sus errores y sus aciertos. Sus malos hábitos y sus conductas condecorables. Absolutamente, la personalidad de ellos, no de sus padres, ni de sus antepasados, y esto es más que una hipótesis, es un hecho irrebatible.
No es extraño, que tanto la madre como el padre, se vean identificados en sus hijos, cuando éstos comienzan a caminar por sus propios pies, y ya no bajo las reglas de ellos. Un adolescente puede beber licor a temprana edad, ante la sorpresa de los padres, pero uno de ellos oculta la verdad, que en su juventud, también había iniciado el hábito de la bebida, aunque no haya sido por mucho tiempo. Igual, será con las drogas, o el cigarro. No es de extrañar que una adolescente, le guste cantar o algún instrumento musical o el teatro, pero si buscamos en sus progenitores, la idea rondo en sus cabezas, aunque no la hayan llevado a cabo.
Tanto mujeres como varones, les gusta la pornografía, o el sexo desenfrenado, y algunos, experimentar con alguien de su propio sexo, todo ello, por más que se niegue, estuvo dentro de las experiencias del padre o la madre, lo hayan realizado, o simplemente lo hayan pensado como una posibilidad de hacer. Los genes no mienten, y todos esos datos están registrados al momento que la pareja copula, para engendrar. No es algo en que tenga que ver los abuelos, bisabuelos o tatarabuelos.
Las fobias, es otro de los temas que está impreso, en lo que se hereda a los hijos e hijas, sin lugar a duda. No es necesario que la madre tenga miedo a las arañas, para que la hija o el hijo, lo adopten, pues es el sentimiento y no el objeto, lo que ellos llegan a poseer, por lo que su temor se proyectara a una culebra o a un ratón. Las coincidencias, son simplemente una confirmación a esta situación. Pero, como se ha explicado, no solo lo negativo, sino también lo positivo están presentes.
Un padre, competitivo, esforzado, y meditabundo, tiende a generar las mismas cualidades en sus hijos o hijas. Al igual, que una madre, estudiosa, luchadora o benevolente, teñirá sus calificativos en sus herederos inmediatos. Es por ello, que los padres y las madres, tienden a identificarse con lo positivo y no con lo negativo de sus hijos, atribuyendo la causa de lo último a su pareja, pues nadie quiere aceptar que un solo muchacho o muchacha, posee las cualidades negras o blancas de uno, o de los dos.
Es importante resaltar, que este fenómeno no discrimina. Que la mujer transmite a su hija, lo negativo o lo positivo, pues puede ser una cosa nada más, y lo otro, lo obtiene de su padre. Igual, ocurre, considerar que el Varón, obtiene lo negativo o positivo solo de su padre, siendo que pueda que así sea como que ocurra que hereda una cosa de él, y lo otro, de la madre, sin que sea cuestión de discusión, si fue lo bueno o lo malo, sino que tan simplemente ocurre, y es un hecho que debe ser considerados por los jefes del hogar.
Si tenemos bien claro, lo que se ha explicado, entonces, entenderemos, que a medida que la pareja haya tenido suficiente tiempo en sus vidas cronológicas para acaparar experiencias, buenas o malas, así será la información que han reunido lista para transmitir a su descendencia inmediata. Ejemplo de ello, es una mujer de treinta años de edad, y un hombre de sesenta, que copulan, y aquella se embaraza, pues, el fruto de esa relación, adquirirá treinta años de lo bueno y malo de la madre, como sesenta años de lo mismo proveniente del Padre.
Podemos apostar a que muchos se preguntaran si es posible heredar solo el conocimiento de los últimos años, que a lo mejor, fueron los positivos que deseamos transmitir a nuestros hijos e hijas, y la respuesta básicamente es la misma, que si es posible volver el tiempo hacia atrás para cambiar las cosas en que nos vimos involucrados en forma negativa. Imaginemos, por un momento, que nuestras vivencias son como ladrillos, que se van apilando desde abajo hacia arriba, hasta llegar al momento de la relación sexual. ¿Es posible quitar el ladrillo de abajo sin desboronarse toda la torre?
Si somos conscientes de este proceso biológico metafísico, entonces, estaremos en la capacidad de comprender la conducta de nuestros jóvenes, y lograr enfrentar a través de ellos, una reivindicación de nuestro pasado. No, queriendo evitar que ocurran, sino siendo pacientes para entablar una relación de amistad para que tanto el Padre como la Madre, dialoguen con la hija o el hijo, en busca de una respuesta diáfana y lógica de la situación.
Por esta sencilla razón, es que los científicos fracasan en la búsqueda de clonar, emular, imitar, el proceso de la concepción biológica, cuando omiten la parte esencial del proceso, el cual es la parte energética del padre y la madre, que trasciende al feto. Se puede duplicar la materia genética, para incluso manipular, el sexo, color de cabello, ojos, textura, etc., pero jamás será la extensión del padre o la madre, porque artificialmente, al margen del útero maternal, se violenta la energía que es única e indivisible.
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