Muchos piensan que la inteligencia humana, es un proceso biológico, cuya tendencia es que se incremente con el paso de los años. Se han realizado estudios para entender su funcionamiento, al igual, que se han analizado, tanto a hombres como a mujeres para conocer su constitución. Sin embargo, la Ciencia, se divide, por un lado en duplicar el cerebro humano, con la finalidad de crear una inteligencia artificial, y por otro, en buscar cómo aumentar su potencial.
A lo largo de la historia, la ciencia, ha sido objeto de revaloraciones sobre el tema. Han medido y pesado el cerebro humano; los de animales pequeños o grandes; y finalmente, se han comparado la de los niños, jóvenes y adultos. Y aunque, muchos se acreditan haber conseguidos avances considerables en sus estudios, lo cierto, es que la masa gris sigue siendo todavía un universo de mayores preguntas que respuestas.
Lo que sí es importante que se aclare, entre antropólogos, y restantes miembros de la comunidad científica, es el enigma de la inteligencia que poseían nuestros antepasados. Al parecer, con el fundamento de la teoría de la evolución, prácticamente se ha dejado asentado, que desde la aparición del hombre en la tierra, sus instintos primitivos dieron paso a una madurez, que lo diferenciaron del resto de los seres vivientes, traducido en el incipiente nacimiento de un lenguaje y un raciocinio.
Es que a partir de tal descubrimiento, que entonces, se ha postulado la tesis de que los primitivos, sin los avances científicos de hoy en día, debieron necesariamente tener ayuda de seres de otros mundos, conocidos como alienígenas o extraterrestres. Y para ello, se revelan una serie de acontecimientos, y evidencias, que señalan que ello explicaría sin lugar a duda el por qué se han encontrado en la era moderna, maravillas arquitectónicas, motoras, hidráulicas ó físicas.
Es así, que lo correcto es considerar, que nuestro cerebro ha venido desde cero hasta lo que es hoy en día. Es gracias a esta dinámica, que el ser humano, ha logrado crear la ciencia y la tecnología, como la conocemos actualmente. Y lo que haya pasado en las etapas anteriores, son misterios, cuya única explicación provienen desde las estrellas. ¿Es realmente así?
Pues, es lo que se desea que se tenga como cierto, porque no tienen otra justificación.
¿Por qué no considerar que sea todo lo contrario? Los primeros pobladores, urgidos de la necesidad, producto de su instinto de conservación, alimentaron su espíritu creativo, con un cerebro más desarrollado, que él que hoy poseemos. Muchos científicos, propugnan por el tamaño del cerebro como fundamento de una mayor inteligencia, cuando en el mundo que hoy conocemos, la materia más pequeña es suficiente para producir grandes cosas.
Muchos hemos visto, el perfil de un cavernícola, que dibujan libros y pinturas, y hoy accesible, por internet, como seres con la frente prominente, y con un semblante que asemeja a un ignorante. ¿Por qué no aceptar que lo que llamamos masa gris, era mucho mayor que la cavidad craneal, en que se alojaba, y que la tendencia, es que nuestro cerebro, con el paso de los años, perderá cada vez más su tamaño, hasta reducir su potencial a cero?
Solo así entenderíamos, porque, los egipcios, los mayas, o los aztecas, poseían la habilidad compartida, en la astronomía y la arquitectura o ingeniería civil. Y no, la teoría más aceptada, de que dichas civilizaciones tuvieron colaboración extraterrestre. Con lo anterior, lo único que se pretende es disminuir, por no decir anular, la capacidad de nuestros ancestros, en el uso de una inteligencia prodigiosa, que en la actualidad hemos estado perdiendo.
Profesionales de la nueva era, con asombro, han señalado, que aunque rudimentario, todas las creaciones de las épocas antiguas, han sido utilizadas, con herramientas modernas, para la fabricación de acueductos, pilares, o la base de una construcción. Los matemáticos, así como los físicos, aún tratan de comprender los métodos utilizados por los constructores de las pirámides, para ubicar en el lugar apropiado piedra sobre piedra, utilizando los instrumentos de hoy.
Si los científicos están deseosos de reproducir, no sólo un cerebro, sino la inteligencia humana, deberían apresurarse antes que no exista nadie con la materia gris suficiente para continuar con ese propósito. La tecnología, fue en su momento, una forma de confirmar que ya existía un camino avanzado desde mucho antes, para el conocimiento y el uso de la razón, y con ello, la creación.
No es casualidad, que en la antigua Grecia, sus filósofos, hacían uso de un “cerebro joven”, con todo su potencial, para elucubrar ideas o pensamientos sobre el comportamiento humano, con los que actualmente nos identificamos, y hasta colocamos en un pedestal de nuestras creencias como seres pensantes.
Ellos, tenían no sólo el tiempo, sino también las condiciones, para razonar, en la búsqueda de las respuestas a muchas preguntas que hoy en día, todo el mundo se cuestiona. El Filósofo moderno, fundamenta sus estudios, en aquellos “vetustos hombres” de ciencia. ¿Qué se ha creado después de ello? Ciertamente poco. Y si tomamos cada ejemplo de la historia, desde Arquímedes, hasta Hipócrates, la diferencia entre el ayer y el hoy, es simplemente cuestión de que tan fino y lindos son los instrumentos para el ejercicio de la profesión.
Es cierto, que no hay vestigios, de que se haya realizado una operación de corazón abierto, en la antigua Grecia, pero no se puede descartar tal hipótesis. Pero, si ello no fuera suficiente, cabría destacar que el cirujano actual, realiza los mismos procedimientos que miles de años atrás, efectuaban los primeros médicos. Y es un hecho irrebatible.
La aparición de la computadora, o llamada inteligencia artificial, así como sus descendientes, como los juegos de videos, la calculadora, los teléfonos celulares, la televisión, la internet, etc., no es más que el uso del conocimiento que, se tenía desde mucho tiempo atrás. El lenguaje binario, es parte de las normas del Universo, que antiguas civilizaciones ya habían descubierto, y utilizaron para sus cosechas, o para emplearlos en la construcción de caminos, o maquinas rudimentarias.
Sin embargo, lo que para aquellas primeras civilizaciones, era una necesidad para crecer y desarrollarse, hoy en día, se está usando para la destrucción, y aniquilación de la humanidad. Un infante, pasa más tiempo al frente de una computadora, o de un juego electrónico; al igual que un adolescente, en las mismas circunstancias, incluyendo, la comunicación telemétrica por medio del celular, por lo que en ambos casos el cerebro “está descansando”, por el poco esfuerzo a que se le somete, con los adelantos, que se crean en laboratorios, y aprovechados por los comerciantes.
Ni Graham Bell, ni Benjamín Franklin, o Thomas Edison, sin olvidar a Marconi, ni a otros grandes personajes, pudieran negar el uso del conocimiento que provenía de Isaac Newton, o Leonardo Da Vinci; ni éstos de los Efesios, o los Egipcios, o los mismos Griegos, para crear sus revolucionarios inventos, pues la inteligencia humana, no es más que el producto de siglos de conocimientos, encadenados por una energía universal que nos une, trascendiendo continentes, así como civilizaciones.
Por alguna razón, la naturaleza dotó al ser humano, en sus inicios de un gran cerebro, para que comenzará su travesía en conocer y dominar las leyes naturales, con una finalidad más allá de comercializar el fruto de su utilización, pero al igual que todo en el eco sistema, todo tiene un límite, y la capacidad cerebral, llegará a esfumarse, síntoma que estará precedida de la disminución de la esfera, que llamamos cerebro.
Si atendemos a este fenómeno, que ya es una realidad, deberíamos preocuparnos, por aprovechar la capacidad disminuida del ser humano de hoy en día, en lugar, de atiborrarles de más información enlatada. Pensar es lo que para el cerebro es funcionar, como avance tecnológico, es equivalente a acelerar la aniquilación del mundo total.
En la historia y en la naturaleza, encontraremos las respuestas a nuestras dudas, si mantenemos nuestro entendimiento libre de prejuicios, y orgullo vano. Las pinturas rupestres, o los jeroglíficos, no señalaban la presencia en la comunidad de seres de otros lugares, sino que sus pobladores trazaban, al igual que lo hacen hoy en día, las instituciones aeronáuticas, las hipótesis en como viajar a las estrellas. El uniforme; la aeronave, etc., así como la forma de sobrevivir a la gravedad.
Lo anterior es difícil de concebir, si siempre se parte de la tesis de que nuestros antepasados eran seres mediocres, que no poseían los avances científicos de hoy en día, para imaginar un casco de astronauta, o un viaje a las estrellas. Solo en mentes prodigiosas como Galileo Galilei, los hermanos Wright, ó Julio Verne, es posible que las ideas de elevarse por los cielos hasta viajar al espacio, fueran probables, a pesar, que en sus épocas a ellos se les llamarán soñadores o locos.
Imaginemos, una civilización, si es que llega a suceder, sesenta y cinco millones de años, después de hoy, y los pobladores de la Tierra, encuentran enterrados, unos libros, una computadora, o un Ipod, y nos llamen seres primitivos, a quienes seguro seres espaciales debieron habernos ayudado a crear tan increíbles inventos, que ya para en su futuro han sido mejorados, pero no entenderían cómo fue posible que en pleno siglo XXI, poseyéramos tal conocimiento. Con toda seguridad, nuestros científicos modernos, se sentirían menospreciados, y molestos, con tales aseveraciones.
Estamos, a menos de veinte años, para que se conozca algo de nuestra estrella solar, y tal vez, un poco más de explorar nuestra galaxia, pero definitivamente, muy lejos, de que los primeros hombres, no solo lleguen al último planeta de la vía láctea, sino atravesar las fronteras de la misma, en busca de nuevos mundos, que solo ha sido posible visualizar en series de televisión, o filmes cinematográficos, con la ayuda de los efectos especiales, salidos de la imaginación de un soñador, o tal vez, de un loco.
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